El que sufre, tiene memoria.
Cicerón
Hay muchas clases de fiebre. Los diccionarios hablan de destemplanzas de temperatura y de aceleraciones del pulso y la respiración, de ardorosas agitaciones del ánimo en el vértice de la ciclotimia, de vehemencias y desasosiegos morales. La fiebre de la infección, la fiebre del oro, la fiebre del amor, la fiebre literaria, la fiebre de los fanatismos, la fiebre del sábado noche…
Cuando somos poseídos por ese alien inmisericorde, nos transformamos en otros seres que viven otras vidas. Somos entonces, no un ordenado archivo de estratos intelectuales y emocionales, sino una amalgama, una formación en aluvión de excesos y emociones. Pero sea cual sea el artesano que nos modela, el producto final resulta uniforme, tan reconocible como las figuras escultóricas de Juan Muñoz: los ojos brillantes y hundidos, las ojeras en arcos violetas, los pómulos sonrosados, los labios rojos secos y ardientes, las manos de hielo y el corazón desasosegado.
Ampliar publicaciónEl futuro nos tortura y el pasado nos encadena.
He aquí por qué siempre se nos escapa el presente
Gustave Flaubert
Sentada en un velador, mirando por la cristalera del antiguo café en el que nos hemos citado, espero. El cielo gris del otoño madrileño parece el fondo de un cuadro de Stephen Sharnoff, encapotado y ceñudo. Un aroma de melancolía se evapora de las tazas calientes. Pienso entonces en la plenitud absoluta de esos minutos de espera. En esa burbuja de tiempo en la que estoy sumergida, en la que entrará mi amiga dulcemente, y en la que nos desplazaremos indolentes y complacidas, absortas en una conversación intrascendente, aprehendidas por la banalidad, mientras el mundo a nuestro alrededor habitado por esclavos del estrés urbano, galopa presuroso y atropellado.
El tiempo. Ese enorme concepto abstracto al que nunca llegamos a comprender. Queremos domesticarle y no se deja. Queremos conocerle y se esconde. Queremos poseerle y se escapa.
En la mitología de la Grecia vetusta, el tiempo, Chronos (Χρόνος Khrónos) era un dios. Surgió, incorpóreo formado por si mismo, y, unido a su compañera llamada Invevitabilidad (Ananké) estableció el universo ordenando la tierra, el mar y el cielo. Y así, se manifestó conduciendo la rotación del cosmos, como una fuerza inexorable, lejos del alcance de nada ni nadie.
Pero hete aquí que los dioses griegos jugaban a ser humanos y a tener hijos. Unos de estos era Kayrós (καιρός, Cairos) que representaba el momento justo, la oportunidad, el tiempo en potencia, atemporal y eterno.
Ampliar publicación“¡Y tú Belleza que te vas, detente un momento,
y di tus últimas palabras en silencio,
que yo me inclino ante ti
y alzo mi lámpara para alumbrarte en tu camino!”
(Rabindranath Tagore).
La posesión de la belleza es una de las más unánimes aspiraciones del ser humano. No obstante, pocos conceptos han sido tantas veces definidos y en tan exiguas ocasiones consensuados. Leonardo de Vinci y Alberto Durero, entre otros, apostaron por una dimensión objetiva, mensurable, basada en la existencia de unas proporciones equilibradas. Pero, ¿cuántos de nosotros podríamos inscribirnos en el círculo perfecto del homúnculo sin serias dificultades? Muy pocos, ciertamente.
Ampliar publicaciónHoy me he levantado nostálgica. Pero no teman. No he recordado aquellos “ojos claros, serenos, si de un dulce mirar sois alabados, ¿por qué si me miráis, miráis airados?” del humanista sevillano Gutierre de Cetina que tanto me gusta. No. Me he levando con la nostalgia macabra –pero no sórdida- de la médico forense en excedencia que ahora soy, y me ha apetecido hacer una autopsia.
¿Sobre qué? ¿Sobre quién?
El éxito es un camino, no un destino.
Ben Sweetland.
Estoy casi segura de que una improbable estadística acerca del porcentaje de humanos que desearían ordenar definitivamente su vida –amorosa, laboral, material, espiritual- arrojaría una cifra espectacular. ¿Quién no precisa planificar el futuro inmediato y lejano, organizar los papeles que invaden nuestro espacio vital y que parece que se reproducen a nuestras espaldas, devolver un regalo absurdo o coser un botón caído el otoño pasado?
Ampliar publicación