Me miro en el espejo, y ahí está:
mi cabello, conspicuo y altanero,
ave hostil anidada en mi cabeza,
arrogante por encima del cerebro.
Inhóspito o cruel, indiferente,
rebelde o indeciso, -a veces tierno-
recibe mis cuidados como ausente,
y alguna vez me besa (solo el cuello).
Mi peine le pregunta si se irá,
y mi laca le atonta con señuelos.
Inútil ambición. Se que al final,
será mayor su adiós, que mi deseo.
(Solo mío, mi pelo irrepetible.
Mi pelo, como a un hijo: así le quiero.)