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Sobre la vía

Otra vez
hoy,
mientras tu duermes
acunado
en las traviesas de cemento,
agazapado
el silencio en tus esquinas,
subiré
a la grupa de tu vientre articulado,
sobre el jardín en sombra
que abominas.

Otra vez
hoy,
rugirá tu garganta de engranajes
un gorjeo de ave encadenada.
Y con la impaciencia
del salto decidido,
comenzará tu marcha,
enardecido el paso.

Ahora sé
que eras tu
al que yo amaba.
Que el viaje era el fin,
era el pretexto,
era el epílogo del cuento,
no el comienzo.

Mi encuentro era contigo:
ayuntamiento de tu acero y de mi carne,
creación mutante de un ensueño,
como un nuevo Pegaso gris y rosa,
la alada montura del Olimpo.
Tu olor
era mi olor
desde el principio.

Dejaba mis maletas esparcidas,
como el vestido inútil
del galante intrépido.
Y respiraba en sorbos leves
tu perfume de leguas y electrones.
Por tus pasillos
de alfombra enmudecida,
ondeaba mi cintura
como una bandera
de mástil hecho junco.
En una ceremonia estruendosa del deseo,
saltaban
de tus traviesas a mis ojos,
relámpagos
huyendo de sus truenos.
Vagando en tus perfiles
de seda y catenaria,
brotaban pámpanos de luz.

Eras mi dueño.
Viajábamos soberbios y lascivos.

Ahora sé
que mi encuentro era contigo.

Ventana tras ventana,
tus ojos de cristales sucesivos,
reflejaban
mi rostro
oscuro,
tatuado,
estremecido,
sobre el caleidoscopio de paisajes
que avanzabas.

Otra vez
hoy,
seré tu alien de sexo ambiguo
profundamente vivo y seducido.
Dentro de ti,
aurora secuestrada
bajo el constante grito
de tu lecho de moqueta,
que vocea el amor
que me das y que me tomas.

Otra vez
hoy,
abandonada a tu ritmo
sin recato,
engendrando galaxias infinitas,
recostada tu sed
entre mis pechos,
entornados
los ojos y los labios,
el aliento tibio
de la boca al sexo,
desmayadas
las manos y el gemido,
la voluntad perdida,
cabalgando
tú y yo,
sobre la vía.