Busqué nombres con que adornar tu pelo,
palabras que vistieran tu sonrisa,
diademas de amores y caricias
que ciñeran tu rostro de reflejos.
Cogí rosas azules en el cielo,
até estelas rosadas e infinitas,
bordé mares de verde, y ríos lilas,
e impregné de colores tus anhelos.
Pero nada fue bueno, aún inventado.
Tu mirada, tus manos y tu boca,
despojados de sedas y de halagos
callaron a los sueños y a la rosa.
No pueden competir. ¡No lo han logrado!
Tu alma, aún sin vestir, es más hermosa.