La extraordinaria frecuencia del acné, las manifestaciones clínicas y sus secuelas cicatriciales con la consiguiente repercusión sobre la calidad de vida, así como los avances terapéuticos producidos en los últimos años hacen que el acné sea un proceso altamente merecedor de la atención del médico. En el primer estudio epidemiológico sobre la prevalencia del acné en la población adolescente española, publicado en el año 2001 (Guerra Tapia A. Act Dermatológ) se recogieron también datos sobre la influencia de la enfermedad sobre el psiquismo del afectado por ella. A la mayoría de los jóvenes les preocupa el hecho de padecer acné, hasta el punto de que el 12% de los adolescentes con acné grave o moderado ha dejado de salir de casa alguna vez por este problema; el 40% se siente acomplejado; el 16% siente que el acné repercute en el resultado de sus estudios; el 30% tiene problemas con sus compañeros, y al 49% le cuesta relacionarse con personas del sexo opuesto, según los datos del estudio referido. En los adultos a estas dificultades psicológicas se deben añadir los inconvenientes laborales. Esta demostrado que en igualdad de condiciones al paciente acnéico le resulta mas difícil encontrar empleo que al que no lo padece. Incluso una vez superada la enfermedad, las cicatrices irreversibles dejan secuelas permanentes que marcan física y psicológicamente a su poseedor. Todas estas razones, al menos, avalan la necesidad de formación del médico de primaria en la patología acneica y procesos relacionados.