Los grandes avances terapéuticos de las últimas décadas han permitido que enfermedades consideradas incurables hayan dejado de serlo. No obstante, algunas de ellas, como el acné, permanecen todavía inmersas en un mundo de contradicciones y mitos. La benignidad del proceso, no excluye la aparición de importantes secuelas estéticas y psíquicas que obligan a un diagnóstico y tratamiento riguroso.
Aunque tiene un origen inmemorial como demuestran las huellas de las cicatrices de algunas momias egipcias que revelan su padecimiento, y a pesar de ser la enfermedad más común pues el 85% de la población la padece en mayor o menor grado, originando el 25% de las visitas al dermatólogo, aún conserva la etiqueta de la confusión: Es frecuente que sobre estos cimientos erróneos, se asiente la resignación confiando en que tras años de sufrimiento, la enfermedad desaparezca por si misma.
Durante siglos incluso la ciencia dermatológica aconsejaba esperar. “Tempus varos curat” (el tiempo vence a los enemigos) era la norma preferida por los antiguos. Otras veces, la resignación deja paso a la desesperación. Sin embargo los medicamentos actualmente a nuestro alcance permiten atacar cada una de las causas de la enfermedad.
La combinación de los distintos medicamentos y la elección de la vía de administración tópica o sistémica en relación con el tipo de lesión predominante, la edad, el sexo, y la peculiar idiosincrasia de cada individuo, (y aquí está el arte del dermatólogo), permite el diseño de un tratamiento personalizado para cada paciente consiguiendo en la mayoría de los casos, en unos pocos meses, la curación. En este libro se encuentran las respuestas a muchas de las preguntas que se pueden plantear en torno al acné.