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La dermatitis atópica y la mente: un parentesco cercano. Prólogo.

Depósito legal B-42.044-2011. Ed. Glosa SL. Barcelona 2011.

El Dr. Raúl de Lucas y la Profa. Aurora Guerra
Ya que descansan las uñas
de aquel veloz movimiento
con que a tí, dulce enemiga,
regalaron y sirvieron:
Escriba un poco la pluma,
que tanto escarvó aquel tiempo,
en que de gorda y lozana
reventaste en el pellejo.

Romance burlesco (fragmento). Musa VII.
Francisco de Quevedo.

 

-Doctor, así no puedo vivir. Mándeme algo por favor.

-Pero… ¿le pica?-pregunta el médico.
Pregunta superflua. Solo con ver el movimiento de las manos sobre la piel roja y escamosa, la inquietud del cuerpo, la mirada brillante, se puede inferir que el prurito es el protagonista del sufrimiento del paciente. Sin ninguna duda estas dos frases han sido dichas y oídas en multitud de ocasiones por todos los dermatólogos del mundo y por todos los pacientes de dermatitis atópica.
Desde Jean Paul Marat hasta Martínez Estrada; desde el bebé hasta el anciano la dermatitis atópica ha demostrado ser uno de los elementos que con mayor intensidad dañan la calidad de vida de quien la padece. De entre los múltiples indicadores que la determinan, la salud es el más importante. Levine y Croog (1) consideran que la calidad de vida ha de entenderse desde dos facetas:

  •  La funcionalidad o interacción del individuo con su medio en el aspecto social (capacidad para el trabajo, interacción grupal, movilidad), físico (energía, dependencia/independencia), emocional (estabilidad, autocontrol, habilidad resolutiva), y e intelectual (procesos de información).
  •  La percepción o grado de satisfacción y bienestar, apreciación totalmente subjetiva, que engloba la calificación de la propia salud del individuo en relación con la de otras personas de edad parecida.

Ambos aspectos se encuentran alterados en la dermatitis atópica produciendo un impacto psicológico, sociológico y emocional que en ocasiones no se valora adecuadamente, y que es al menos tan importante como la repercusión física. Pero además, cerrando el círculo de la relación dermatitis atópica y mente, el propio estrés psicológico empeora la enfermedad.

Ezequiel Martínez Estrada (1895 - 1964) escritor, argentino de reconocida valía, padece en un momento de su vida un eccema generalizado que persiste durante cinco años. Cuando cae el peronismo en 1955, se cura misteriosamente. "Estábamos enfermos el país y yo" fue su interpretación. Y ¿por qué no creer que el estrés crónico influía en la evolución de su probable dermatitis atópica? Misterios de la historia…

Lo que es rotundamente cierto es que los niños atópicos muestran con más frecuencia que la población general alteraciones del comportamiento que repercuten en su rendimiento escolar y en el modo de afrontar la vida adulta. Muchos mayores atópicos reconocen haber sido indisciplinados y dependientes durante la niñez (2).

Por otra parte los padres muestran a menudo un gran cansancio físico y emocional derivado de los cuidados continuos del niño, que influye en el rendimiento laboral y en las relaciones con el resto de la familia. Los importantes cambios en el estilo de vida para adecuarse a las necesidades del enfermo se acompañan de síntomas de ansiedad y depresión de mayor o menos grado (3).

Es obvio por tanto que la atención psicológica es imprescindible en el paciente atópico y en sus cuidadores. La dermatitis atópica y la mente, son parientes cercanos.

Bibliografía

  1. Levine S, Croog SH. Quality of life and the patient's response to treatment. J Cardiovasc Pharmacol. 1985;7 Suppl 1:S132-6.
  2. Carroll CL, Balkrishnan R, Feldman SR, Fleischer AB, Manuel JC. The burden of Atopic Dermatitis: Impact on the patient, family and society. Pediatr Dermatol 2005;22:192-99.
  3. Dennis H, Rostill H, Reed J, Gill S. Factors promoting psychological adjustement to childhood atopic eczema. J Child Health Care 2006;10:126-39.
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