Tengo un amor que me duele,
aquí, muy dentro.
Cuando cierro los ojos,
me ataca obstinado,
y él, es todo.
Y yo,
no soy ya sino amor solo.
¡Qué placer entonces el del vencido,
que puede sin rubor, dejar la lucha!
Entregarse
al juego de su nombre repetido;
a imaginar su olor
y respirarlo a fondo;
a soñar el beso de sus labios tibios
y pasar al infinito de este modo.
Tengo un amor que me duele.
Y él, es todo.