No te puedo tocar sin poesía.
Te rozo, y nace un verso corpulento
que se pierde en mi boca, violento,
recitando a tientas tu armonía.
La metáfora fluye en sintonía
señora de mi lengua en movimiento:
tus lunares de miel, son firmamento,
y el eco de tus pies, es melodía.
Inocente, tu cuello es el rellano
donde inventar de nuevo el argumento.
Tu piel es la sonrisa del verano
que cambia eternidad por un momento.
Soy pecadora asida de tu mano.
Tal vez pida perdón. Más no lo siento.