Cerviz de luz, suspiros y destellos,
arquitectura breve y transcendida,
ojos de guerra sin fulgor de herida,
engranaje de espumas y de empeños.
Hay un trémolo triste de misterio
y una canción de sed, al mediodía.
Capítulo de Dios, -melancolía,-
en el pabilo sin llama de los muertos.
Ave huida en lejano anochecido,
de altos mares, en busca de otra arena.
Dintel de amor, de panes y de cirios.
Ajedrez de quijotes y de nieblas.
Sobre el aire que expira en su infinito,
ascética y total, la Mancha sueña.