No me sorprende el peso de tu altura
pues te esperaba así: eje de sueños.
Ni tu carne de luz, ni tu sosiego,
inmóvil soledad, extrema y dura.
El mundo queda ausente en la llanura.
Inconsistente, errante, viajero,
molinero inmortal y casi fiero,
vibra un aire de sol y de aventura.
Altares del pasado y un tesoro,
alertas junto al cielo de la calma,
metiendo a la nostalgia espuela de oro.
Tiene sangre de luna y madrugada
la rosa de la luz y del otoño,
bajo el azul austero, que me llama.