El cabello por si solo, puede llegar a apoderarse de la identidad del individuo, de su núcleo esencial. El cabello es responsable mas que cualquier otra característica física, de esa "primera impresión", de esa intuición, o, si se quiere, de ese prejuicio que predispone a favor o en contra de una persona, antes de su verdadero conocimiento.
Sin embargo, en la mayoría de las ocasiones, esa primera impresión no es equivocada. El ser humano tiende casi siempre a parecerse a la imagen que proyecta. Y dado que el pelo es fácilmente manipulable, -se corta, se tiñe, se riza- uno puede aproximar su aspecto a lo que le gusta, o lo que es lo mismo, a lo que le gustaría ser.
En cierto modo, con el cabello expresamos nuestro estado de ánimo, nuestro deseo de agradar y ser aceptados, o por el contrario nuestra absoluta disconformidad con el mundo que nos ha tocado vivir. Una naturaleza tímida, reservada, introvertida, jamás ostentará una melena arrogante, un tinte llamativo, o un peinado original. Por el contrario, el individuo extrovertido, autoritario, agresivo, nunca llevará -salvo calvicie inevitable- un cabello anodino. Incluso la personalidad mas equilibrada, (miremos hacia el interior de nosotros mismos) mantendrá un cierto culto al cabello, una norma, -sino de vida, si de peinado- que forme parte inseparable de esa imagen que le identifica.