El príncipe azul de todas las jovencitas, -o al menos de todas las jovencitas preinformáticas,- el hombre soñado en la inocente adolescencia, con el que compartir misterios y crear complicidades, era alto, rubio y de ojos azules. Pero nunca calvo.
Las chicas de hoy en día, internautas y angloparlantes, polémicas y contestatarias, siguen soñando con un príncipe azul, -aunque hoy se llama compañero, pareja, amigo, mi chico- alto, rubio y de ojos azules. Pero nunca calvo.
Nada mas lejos del ser humano que la inmutabilidad, prerrogativa divina por excelencia. Por eso, nada de raro tendría que los adonis del futuro fuesen bajos, calvos, y de ojos anodinos. Pero los cierto es que, hoy por hoy, un pelo hermoso, rubio, moreno, gris o multicolor, sigue siendo condición sine qua non para poder incluirse en el grupo de los jóvenes, sanos, guapos, buenos, alegres y ricos. Y la excepción, que siempre las ha habido y las habrá, confirma la regla.